No somos realmente nosotros quienes hemos decidido cosas tan fundamentales como son nuestros deseos y exigencias, nuestras necesidades, valores, gustos, actitudes... Han sido nuestros padres, nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra religión y nuestras experiencias pasadas, las que han establecido en nosotros las normas de funcionamiento. Estan van con nosotros vayamos donde vayamos, insistiendo imperiosamente en ser satisfechas por la vida, por la gente y por nosotros mismos. De hacerlo así, el "programa" nos permitirá vivir pacífica y felizmente; de lo contrario, y aunque nosotros no tengamos la culpa, generará unas emociones negativas que nos harán sufrir.
Observemos cómo experimentamos irritación, ansiedad, culpabilidad o cualquier otra emoción negativa. Sigamos considerando esa situación desagradable hasta que caigamos en la cuenta de que es nuestro "programa", el que se empeña en que reaccionemos a base de emociones negativas.
Una vez hayamos comprendido esta verdad y, consiguientemente, haya dejado nuestro "programa" de generar emociones negativas, podemos emprender cualquier acción que creamos conveniente.
Pero sólo después de haber conseguido liberarnos de nuestros trastornos emocionales, porque sólo entonces nuestra acción nacerá de la paz y del amor, no del deseo neurótico de satisfacer a tu "ordenador".

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